"Ser tu Camarín Quisiera..."

El pasado 8 de Noviembre, la Fraternidad Mercedaria de Ntra. Sra. de la Cabeza llevaba a cabo la procesión que es una cita obligada en Jerez, cerrando el ciclo de las glorias de Jerez.

El sábado nació con un sol radiante, que a mediados iba pasando las horas se iba tornando un cielo grisáceo, por la mañana los hermanos, fieles y devotos pudieron realizar una ofrenda floral en el azulejo de la Virgen de la Cabeza situado en la Cuesta de las Piedras, y seguidamente el rezo del Ángelus.

En torno a las 18h de la tarde las puertas de la Parroquia del Corpus Christi se abrían para que la Reina de Picadueñas pudiera recorrer las calles de su barrio, en la que siempre se viven momentos tan inolvidables como es el paso por la Cuesta de las Piedras, donde la calle se encontraba todo engalanada.
Pero como es habitual, cuando la Virgen de la Cabeza pasa por la Ronda del Pino y donde su Pregonero la esperaba para cantarle sus sevillanas tan emotivas y especiales, como la de este año, en la que muchos devotos se sentirían identificados...
Dentro del recorrido es una parada obligada la Basílica de la Merced, donde la Patrona de Jerez, esperaba a su hermana, donde se vivieron momentos muy emotivos lleno de recuerdos, y en la cual también visitaron la Capilla de Santa Marta, pero cuando la Cofradía procedía a entrar en la Iglesia de San Mateo, el aviso de lluvia hacia que la Cofradía no entrará y continuará el recorrido hasta su Parroquia, donde ya en el dintel de su puerta comenzó a llover.
Ya recogida la Virgen de la Cabeza en el interior se vivieron cantes, vivas y palmas dedicada a la Morena.

La procesión en todo momento fue acompañada por los hermanos, devotos y cofrades, también por las hermandades de Pasión y Gloria de la Ciudad, y algunas filiales, como su madrina la Cofradía de Sevilla, Palma del Río.. y la Cofradía Matriz, un año más la Banda de Música Pedro Álvarez Hidalgo de Puerto Real volvía a poner sones detrás del paso.

Una procesión llena de vivencia, recuerdos entorno al Padre Jesús, una herencia bien marcada en los corazones jerezanos, donde cada uno de esos devotos quisieran ser camarín.