martes, 12 de noviembre de 2013

LA VIRGEN DE LA CABEZA SALE POR JEREZ, CADA VEZ MÁS MERCEDARIA, FRATERNAL Y MISIONERA

Mercedaria, fraternal y misionera. Tres calificativos tan dispares como anexos para definir la hechura de  la Morenita en su procesión del pasado sábado por las calles del barrio jerezano de Picadueñas. La sencillez sigue reinando en el seno de esta Fraternidad Mercedaria. Así lo quiso el Padre Jesús Fernández y así lo ha puesto de manifiesto el bueno del Padre Miguel Ángel Aguado en cada una de sus palabras de un triduo que quedará en el recuerdo por su sinceridad, cercanía y afecto.  Para los miembros de esta corporación, cada acto es un recuerdo, y cada recuerdo un compromiso con la realidad cristiana. Porque el verdadero milagro de lo que ocurre en esta humilde cofradía jerezana radica en la energía de sus gentes, de su presidente, de su hermano mayor, de los incondicionales de siempre, de los que arroparon desde el inicio – allá por el año 2001- la idea de sacar a la Virgen de la Cabeza en procesión, de ese prodigioso grupo de mujeres que convierten lo inalcanzable en sencillo con la sonrisa como principal herramienta. Porque aquí, en esta Fraternidad, todo es acogida. Todo es aroma de humildad, de saber hacer, de querer estar y de dar importancia a lo que realmente tiene. Y Jerez quiso echarse a la calle en una tarde única e irrepetible.



La Virgen de la Cabeza fue el pasado sábado mercedaria porque así lo quiso el Padre Jesús. Ese al que le cantaron, entre acordes de Bob Dylan, que los valles de su Herencia se abrieron en su honor y que dejó la sal de su costal y la harina de su hogar para recorrer las jerezanas calles marchitas de amor. Un Viso de Amor que emocionó a todos los presentes, incluyendo a buena parte de la corporación municipal, incluida la alcaldesa María José García Pelayo, más por la evocación entrañable de lo que significó aquel apuesto fraile mercedario que por la escenificación de la canción como prólogo procesional. No podemos negar que con la calentura de los corazones todo se viviera de una forma distinta.
 Y la tarde arrancaba, como le gustaba a Chule, con el abandono emocional de los que allí se encontraban al convite de la Morenita, que se ponía en la calle de su hijo manchego bajo las órdenes del siempre disciplinado Martín Gómez.  Y todo en clave mercedaria porque tanto su fundador, como sus hijos vigilan esta corporación con cariño y centinela: Fray Jesús desde las alturas, Fray Juan Carlos desde la protección espiritual y Fray Ismael desde las trabajaderas. Todo es aroma de Merced en esta poesía de amor, entrega y humildad que conforma La Virgen de la Cabeza en Jerez. Y con el gentío en la calle, hasta La Morenita se estremeció al ver la solemnidad de sus hijos en su tradicional cortejo de fervor. 

La Virgen de la Cabeza es una Virgen fraternal porque dirige con este tierno calificativo las decisiones de la junta de gobierno, las acciones de sus miembros y los pasos que guían los itinerarios de su historia en Jerez. Es fraternal porque así lo promulgan los que quisieron venir desde otras ciudades a disfrutar de la procesión en una tarde que se fue avivando a pesar de su frescura. - “Qué buen ambiente se respira aquí y cuánta gente ha venido”-  decía una vecina en voz alta apoyada en su casapuerta al paso del séquito. Andújar, Herencia, Sevilla, Sanlúcar de Barrameda…Hermanos de corazón que aportaron ese calor indispensable para dar significado a la palabra “fraternidad”. Todos quisieron venir y estar con Jerez.  La procesión creció en número y en fervor, en gente y en devoción. - “Morenita y Pequeñita” – no dejaba de marcar la banda de Puerto Real por todas las esquinas de Picadueñas. – “Viva la Virgen de la Cabeza”, “Viva el Padre Jesús”- gritaba entre los ecos de la cal un emocionado Beni. –“Viva la Madre de Dios”- le respondía casi al unísono con la voz quebrada el comandante de todas las batallas, el incansable Pepe Galán. Se descorrieron nuevos azulejos por la cuesta de las piedras mientras María sostenía enternecida la silla de ruedas de su hermana. - ¿Tienes frío cariño? – preguntaba una madre a una de las niñas que este año se sumaba por primera vez al cortejo infantil. Cada metro se entiende en esta procesión como un milagro de vida, de emoción sincera, de encuentro personal, de estampa evocadora, de tiempos pasados, de esperanza, de la misma ilusión que aquel fraile pequeño que se hizo grande, como aludiera nuestra querida Inma Cáliz. ¿Cómo definir esta procesión de la Virgen de la Cabeza por su barrio? -  “No hay palabras” – pueden decir algunos. Sí que las hay. Pero no las encontraremos ni en los dvd´s, ni en los resúmenes cofrades televisivos ni en los artículos de prensa. Las palabras de esta procesión hablan a través de los rostros. Miras hacia un lado y lo mismo ves a Sandi, recién salido de su trabajadera, abrazando a un romero de Andújar que a Lola, a Manoli, a José Luis, al otro Pepe Galán, a Brioso, a Emi, a Ale, Tacho, José Carlos, Eli, Nati…A cada uno con el otro, y el otro con el uno. Todos alegres entre sí. Y en sus miradas se refleja la fraternidad que siempre quiso Jesús. La que induce a la sonrisa sincera y el abrazo espontáneo. La que él quiso de ese modo y que nunca debe cambiar.

Sin darnos cuenta el cortejo se adentra en La Merced. Suena el himno nacional. El Padre Felipe se suma con su compañía a la idiosincrasia mercedaria de los romeros jerezanos. Y uno se siente todavía más a gusto. Los banderines están perfectamente enfilados. Fray  Juan Carlos saluda a la otra Morena de Jerez y las Señoras se nutren de reverencia espiritual. Cara a cara, Morena con Morenita, romero con romero. Para el que escribe estas líneas no se puede ser más mercedario ni más fraternal que lo que encarno bajo las andas de la Patrona Jerezana. “Viva mi Patrona” – pienso por dentro- “Viva La Virgen de la Cabeza y Viva mi Jerez”. Como si me estuviera adivinando la mente, un buen romero me agarra por el brazo y me dice al oído: “No se puede tener más arte que en esta ciudad. Viva Jerez”.

A las nueve de la noche la temperatura ha bajado rumbo a San Mateo, pero el buen ánimo disipa cualquier desgana climatológica. Y pienso entonces que nuestra Virgen de la Cabeza es Misionera porque lo que estamos haciendo por las calles de mi ciudad es también misión. Lo siento y lo percibo en las miradas de los que nos salen al encuentro. ¡Viva la Virgen de la Cabeza!- grita otra señora fuera del cortejo.  Todos los que acompañan a la Morenita, reflexiono entonces, estamos en Misión. Así lo vivió nuestro Padre espiritual al que ahora observo con querencia al coger la esquina con San Mateo. Fray Juan Carlos está conversando con varias señoras mayores. La vela que sostiene Andrés Cañadas ha querido, como por casualidad, iluminar el manso rostro de este regalo de Dios que vino un día a Picadueñas abatido por las sinrazones de una guerra ilógica. “Qué razón tiene cuando defiende que también aquí podemos hacer Misión”.  “Viva este pedazo de cura que tenemos”, me digo a mi mismo. Y seguimos caminando y cantando. 

Faltan quince minutos para las once de la noche y nuestra Madre está a punto de regresar a su templo. Una vez más, miro a mi alrededor y contemplo el mismo coraje y la bravura de esta gente. ¿Pero cómo lo hacen?, me pregunto. ¿Cómo es posible que cada año esto vaya a más? Ciertamente hay milagros que pasan por nuestros ojos casi a diario. Este es, sin duda, uno de ellos.

 El Padre Ismael me asalta en el último viraje para transmitirme su emoción. Se siente orgulloso de portar a la Morenita. Está cansado pero ilusionado y como sabe que la Iglesia es Misión vuelve a meterse bajo los pies de la Aceituna Bendita para recorrer con Ella los últimos metros hacia su casa. 

 Un hermano de Sevilla se vuelve y me dice entonces: “Niño, vaya procesión bonita que tenéis aquí”. Y aunque no llevo mucho tiempo en la Fraternidad me apunto el piropo como si fuese mío particular. Porque eso es lo que he sentido junto a estas personas, un cariño cercano y una devoción sincera, alejada de etiquetajes y reglas, una devoción mercedaria, fraternal y siempre misionera. 

¡!VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!! 

Salvador Gutiérrez Galván.

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