Algo parecido ocurrió el 24 de junio de 1981 en un pequeño
pueblo situado en un valle de Bosnia- Herzegovina, a muchos kilómetros de
Andújar. Aquel día la Virgen María se
apareció a seis jóvenes diciendo que era la Reina de la Paz y anunciando la necesidad de prosperar en lo
que ya había pedido en otras apariciones:
La fe viva, la conversión y la oración para conseguir la paz del mundo y
la salvación de todos los hombres. Les aseguró que por medio de “cinco
piedrecitas” podríamos vencer al gigante
Goliat (el mal del mundo).
Podbro (lugar de las apariciones). Se puede contemplar la similitud con el Cerro del Cabezo. |
Las cinco piedras son: La confesión mensual, la lectura de la
Biblia, vivir la Eucaristía en profundidad, la Oración del Rosario con el
corazón y el ayuno como signo de penitencia.
La Virgen María se presentó en Medjugorje como Reina de la
Paz en 1981 pidiendo la conversión. En principio, la gente no hizo mucho caso.
Posteriormente se produjo la guerra de Yugoslavia. El mismo año la Virgen María
también se apareció en Kibeho, Ruanda. De nuevo pidió la necesidad de la
conversión. Tampoco se hizo demasiado caso. Al tiempo se desató la guerra entre
hutus y tutsis. Nadie podía imaginar, en semejantes lugares, dos guerras tan
incoherentes y, en consecuencia tan devastadoras.
En la actualidad, la Iglesia católica ha reconocido
oficialmente las apariciones de Ruanda. En Medjugorje, el estudio no concluirá
hasta que no cesen las apariciones. (Cada 25 de mes, la Gospa - Virgen en croata – ofrece un mensaje al
mundo mediante los videntes. ) Quedan los ecos de las palabras del Papa Juan
Pablo II: “Cuidadme Medjugorje”.
He tenido la posibilidad de visitar este pueblo y pisar el Podbro (lugar de las apariciones). Me
llamó la atención la tranquilidad, la espiritualidad y la paz que experimenté.
Y subiendo al Podbro me quedé
asombrado por la similitud orográfica entre aquel lugar y el Cerro del Cabezo.
Las mismas piedras rojizas, la misma subida hacia la Virgen, un enclave tan
lejano y cercano a la vez. Me senté en
una roca y recé. Y me sentí arropado por la Virgen, igual que cuando acudo a
los pies de la Morenita.
Salvador Gutiérrez Galván
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